Os traigo en este post un relato que elaboré para una colaboración que me solicitaron para la revista mexicana TNE (Tecnologia, Negocios y Estrategia) en el mes de Septiembre y que fue publicado en parte por la misma en el mes de Septiembre.
El relato está impregnado de mi viviencia y aprendizaje del Máster de PNL (Programación Neurolinguística) que realicé este verano con Gustavo Bertolotto y que para mí fue una experiencia que no olvidaré nunca.
Me dió mucha pena que no pudiera publicarse en su totalidad ya que normalmente los artículos tienen un número de palabras máximo a las que te tienes que ceñir y por esta razón no quería dejar de compartir el relato completo que empezó a surgir con estas palabras…
Tenemos todos muchos soldados japoneses que no saben que ha terminado la guerra y siguen defendiendo su territorio.
La personalidad es una parte muy pequeña de nosotros, como dice el libro “El caballero de la armadura oxidada”, es la armadura que nos ponemos para ir a la batalla y resulta que muchas de las batallas que nos hemos planteado en nuestra vida ya han desaparecido, se han superado, ya no las tenemos, pero como seguimos todavía enganchados en la memoria, siguen actuando muchas cosas en nuestro interior que ya no tienen sentido.
Hay una historia real que quiero compartiros que pasó durante la 2ª guerra mundial, como sabéis se hizo un eje entre Alemania, Italia y Japón, cada uno tenía una misión. Alemania tenía que conquistar toda Europa, Italia tenía que conquistar África y Japón China y Oriente.
Empezó la guerra y los japoneses tenían que ocupar toda la zona del pacífico para desde ahí invadir a EEUU, ese era el plan. Perdieron la guerra y sabemos muy bien lo que les pasó a los ejércitos alemanes e italianos pero hay cosas que se ignoran de lo que les pasó a los japoneses.
Resulta que los japoneses se habían extendido ocupando todas las islas del Pacífico, las grandes islas como Hawai las ocuparon con grandes infanterías pero todas las islas más pequeñas, todas las que tenían agua dulce fueron ocupadas mínimamente, se dieron ordenes de que aunque fuera por dos personas, al menos dos soldados tenían que cuidar esa isla y salvaguardar que el enemigo no tuviera agua dulce.
La clave es que cuando termina la guerra la grandes fuerzas japonesas son reducidas y disueltas, pero en muchos lugares de todo Oriente se mantuvieron muchos de estos soldados japoneses que no sabían que la guerra había terminado.
Los últimos se encontraron en el año 74, ¡30 años después que había terminado la guerra soldados japoneses todavía estaban defendiendo su territorio!. Las fotos de estos soldados finalizando su propia batalla dieron la vuelta al mundo. Estos soldados durante esos 30 años creían que la guerra seguía y estaban cumpliendo la orden que les habían dado hasta que los encontraron y pudieron comunicárselo.
En nuestra vida pasa lo mismo hay muchas batallas que han terminado pero los japonesitos que hay dentro de nosotros no lo saben. Desactivar comportamientos que en su momento tuvieron sentido y hoy ya no lo tienen es una forma de limpiar nuestro disco duro. ¿Cuántos comportamientos tenemos que ya no sirven para nada?. Este es un trabajo que podemos realizar para hacer cambios en nosotros dedicándonos un poco de tiempo y esfuerzo a identificarlos.
Uno de los primeros pasos es acoger lo que hay dentro de nosotros, “lo que viene conviene”. Tratemos de no evitar nada sino de incluir todo lo que somos, pensamos y hacemos para poder trabajar con ello.
Para entender esto con comparto un escrito, “La casa de huéspedes” de Rumi:
Ser un humano es como estar en una casa de huéspedes, cada mañana un nuevo recién llegado.
Una alegría, una depresión, una maldad. Algunas percepciones momentáneas que aparecen como visitantes inesperados.
¡Dales la bienvenida a todos ellos!, incluso si llegan un grupo de lamentos que barren violentamente tu casa y vacían tus muebles, aún así haz los debidos honores a cada invitado, quizás te esté enseñando algo para tu regocijo.
El pensamiento oscuro, la vergüenza, la malicia, sal a buscarlos a la puerta riendo e invítalos a entrar. Estate agradecido a quien quiera que venga porque cada uno ha sido enviado como un guía del más allá.
Hemos configurado nuestra personalidad para no ver algún aspecto de nosotros mismos, no lo vemos y una de las mejores técnicas para poder empezar a ver y por simplificar aplicándolo a la metáfora de “la casa de huéspedes”, es que ésta puede permanecer abierta, es como decirte, “mira ha llegado esto, ¿para qué me sirve? ¿cuál es la intención positiva?». Creer que puedes hacer algo con esto que llega, que te trae un mensaje importante para ti en este momento de tu vida.
Se trata de ir ampliando la conciencia que tenemos ya que está más que demostrado que se puede, es posible y nos ayuda.
Cuando tenemos una emoción de miedo o enfado hay que tratar de ver qué intención positiva tiene esa emoción, porque ese miedo o enfado estará contigo hasta que sueltes aquello a lo que te aferras, que es precisamente de lo que te está protegiendo ese miedo.
Por ejemplo, cuando tienes que hablar en público o dar una conferencia y te atrapa el miedo, la sudoración y la angustia, en ese momento mírate dentro y busca su intención positiva, que seguro la tiene. Una buena forma de verla sería, cuando estés en esa situación, da un paso atrás y mira que le está pasando a esa persona que eres tú, como si fueras otra persona diferente a ti.
Lo más importante de todo el proceso es la “actitud” con la que nos vamos a acercar a las cosas, personas y experiencias a partir del momento que decidimos crecer a nivel personal. Un buen hábito sería dedicar cada día, 15 minutos a meditar. Definición de meditar: “estar en tu centro”. Un día tiene 1.440 minutos, se trata de dedicar el 1% del día a conectar con nosotros, con nuestro interior.
Cuando somos capaces de parar el pensamiento durante el día, necesitamos dormir menos. Se habla de que hay que dormir una media de 8 horas al día, 4 para el descanso físico y 4 para el descanso mental, si paráramos el pensamiento más a menudo durante el día necesitaríamos descansar menos. No niego que sea difícil, ¿fácil? no, ¿necesario, si. La clave para lograrlo es la persistencia.
“Además, hay que estar vigilando el rumbo”
Cuando hablamos de metas y objetivos tenemos que tener claro un destino y estar vigilando constantemente el rumbo. Es como un avión al que programamos la ruta en piloto automático para que llegue a New York, si hay viento, tormentas u otro contratiempo y no estamos vigilantes puede cambiar un grado el rumbo y esto puede hacer que el avión en vez de llegar a New York llegue a Boston.
¿Qué hacemos los primeros minutos del día? Lo que hacemos a primera hora del día es lo que va a marcar la dirección del día. Si nada más levantarte lo primero que haces es estar 15 o 20 minutos viendo el Facebook, twitter, los grupos de whatsapp…, distracción en definitiva, el resto del día estará marcado por esto.
Y si pensamos en el rumbo de nuestra vida, estamos entrenados para pensar en objetivos sin ser conscientes de cual es la dirección, y esto es lo que hace que no sepamos hacia dónde vamos.
Yo creo que los objetivos sirven para conseguir estados internos que cubran nuestras necesidades y si conectamos con nuestras verdaderas necesidades descubriremos esa dirección de vida. Se trata de darte cuenta de qué te alejas y a qué te acercas cuando persigues objetivos, es lo primero que deberíamos trabajar. ¿Qué es lo que ya no quiero en mi vida?, ¿qué a pasado a ser secundario en mi vida?, esto es lo importante, los objetivos son una manera de concretar y materializar la dirección, estos pueden ir cambiando por esto es importante tener clara la dirección.
Si tenemos dificultad en marcar objetivos pues centrémonos en fijar direcciones. Se trata de enganchar con la necesidades que hay detrás de esos objetivos.
¿Y qué pasa con el lenguaje?
Cambiando el lenguaje podemos facilitar muchas cosas, a esto lo llamaba Milton Erikson “la siembra” porque cambiando el lenguaje la persona va sembrando de manera inconsciente cambios que darán su fruto más adelante.
Y por plantear un ejercicio práctico y ya que llegamos al final del artículo te propongo que pienses en una palabra, una sola que represente la experiencia vivida al leer estos párrafos. Piénsala y pronúnciala, ¿la tienes? Y una vez que la tengas te pido que pienses, ¿qué ha hecho que dijeras esa palabra?
Esa palabra representa ese “darse cuenta”, de lo que te has dado cuenta al leer el artículo que para cada uno será una cosa distinta y significativa para su vida.
¡Qué importante es hablarnos bien a nosotros mismos!, estamos todo el día hablando con nosotros mismos y por eso es muy importante cuidar el lenguaje que empleamos al hacerlo.
Un ejemplo muy claro y muy bueno para no paralizarnos cuando decimos “no soy capaz” es añadir “todavía”. Pruébalo y verás la diferencias.
A continuación clicando en las siguientes imágenes puedes descargarte el artículo que basado en este post ha publicado la revista mexicana TNE (Tecnología, Negocios y Estrategia) o acceder a la revista directamente.
Comentarios 2
Gracias Pilar, por mucho tiempo que pasemos contigo, siempre nos sorprendes con información buena e interesante.
Me alegra que te haya gustado el artículo y que te sea útil. Gracias Noelia por tu apoyo.
Un abrazo,
Pilar