Sí, esto es lo que a mi chico y a mí nos pasa. Antes de terminar unas vacaciones ya empezamos a planificar las siguientes. Nos encanta.
Pero no sólo me pasa con las vacaciones, sino con todo lo que me gusta y disfruto. Es una manera de asegurarme que si o sí voy a cumplir con mi dosis de auto-cuidado. La primera necesidad que trato de atender en mi vida.
Recuerdo una de las tareas que me puso la psicóloga cuando empecé a hacer terapia por el cuadro de ansiedad en el que vivía. Me pidió que anotara en un papel una lista de cosas que me gustaban hacer, cosas que me hicieran disfrutar pero sobre todo que se pudieran hacer en media hora y hacer una al día. Esto me alucinó.
Seguro que estás pensando como también lo hice yo, que era una tarea sencilla y por eso me costaba creer que algo así me fuera a ayudar en la situación tan extrema que estaba.
Algo tan absurdo como dedicar media hora a cosas tan banales para mí (en aquel entonces) como pasear, escuchar música, bailar, charlar con una amiga por teléfono, jugar con mis hijas, darme un baño caliente, cocinar, etc. ¿Cómo esto podía ayudarme?
Poco menos que salí escopetada de la consulta, poniendo a caer de un burro a la psicóloga y creyendo que se estaba quedando conmigo.
Recuerdo que al salir había un parque cerca, el parque del Oeste de Madrid al lado de Plaza España que es dónde estaba la consulta. Y no sé porqué, me dirigí hacia él, no fue algo consciente. Mis piernas me llevaron.
Imagínate mi cara, 15 días esperando la consulta que me iba a dar algo más que me ayudara a salir de mi situación. Las expectativas no estaban altas sino infinitas, ¿y va y me dice que me haga una lista de cosas que me gustan? Alucinante, estaba estupefacta.
Llegué al parque como un zombi, me senté en un banco a ver si me recuperaba del shock y al cabo de 5 minutos ahí sentada, respirando profundamente y en silencio, empecé a sentir una ligera sensación de paz dentro de mí. Me permití sentirla y me abandoné a la sensación (digo me abandoné, porque baje mis resistencias o mejor dicho las bajó la psicóloga ???). Empecé a fijarme en las hojas de los árboles ?, en la luz del día que era increíble ?, en la gente que pasaba, y la sensación de paz aumentaba??♀️.
Parecía que me había fumado un cigarro de marihuana o como si me hubiese tomado una caja de lexatin, estaba ida. Y fue en ese momento cuando entendí qué pretendía hacer conmigo la psicóloga al ponerme esa tarea. ¡Que disfrutara de la vida!.
Sí, eso que tanto oyes que te dicen, «disfruta de la vida» y que seguro tú también dices muy a menudo, todos lo hacemos pero pocos nos damos cuenta de lo que significa.
En aquel momento me di cuenta, fue como si la luz de ese día que era inmensa me traspasara y me permitiera ver dentro de mí para darme cuenta que en mi día a día no había nada de lo que disfrutara verdaderamente. No sé porqué ni cómo había llegado a ese punto, se supone que tenía un buen trabajo, una pareja que me quería, dos niñas preciosas… pero no había ningún momento en mi día que pudiera decir que lo disfrutara. Estaba todo el rato ansiosa por hacer todo lo que me exigía a mí misma.
Para mí esta experiencia fue como una de esas señales que he mencionado en otras ocasiones. Me hizo darme cuenta de dos cosas muy, muy importantes. Una era que «no hacer nada» era lo mejor que se puede hacer cuando estás con ansiedad. La otra, era que ya que dejar de exigirme no era una opción viable para mí (no era capaz de dejar de exigirme de un día para otro), me iba a exigir precisamente esto, DISFRUTAR.
Y de eso va la intención de este post, de plantearte la misma exigencia si eres de las personas que como yo no dejan de imponerse la mejora continua en todos los ámbitos de su vida.
Hacerlo a mí en aquel entonces no sólo me ayudó a manejar la ansiedad (porque ya te digo que salir, salir, lo que se dice salir del todo, no es posible) sino que me inyectó la ilusión que había perdido en la vida. Madre mía, todo lo que dio de sí empezar a hacer esas cosas tan tontas.
Si te soy sincera empezaron siendo cosas tontas pero a medida que le iba cogiendo el gusto, la media hora al día pasó a ser una hora, después dos y ahora me da vergüenza decírtelo ☺.
Después empecé a planificar las vacaciones, a fijarme también un calendario de escapadas de fin de semana (tanto con niñas como sin niñas), a fijarme un plan de mejora personal basado en desarrollar mi inteligencia emocional y hacer deporte.
Y sí, seguía exigiéndome, creo que es algo que va en los genes o eso es lo que me digo a veces para dejar de luchar conmigo misma, quererme y aceptarme tal como soy. Repito seguía exigiéndome, pero esta vez la exigencia era DISFRUTAR.
Aquí tienes mi fórmula para vivir con ilusión permanente, antes de terminar un viaje empieza a planificar el siguiente. Antes de terminar algo que te hace disfrutar, empieza a planificar otra cosa que te haga disfrutar todavía más. Hazte una disfrutona ?.
Y no hablo sólo de viajes, sino de dedicarte tiempo sólo a ti, cuidar tu cuerpo, tu mente y tus emociones, descubrir tu espiritualidad, hacer ese curso de pintura, de cocina o de qué sé yo que llevas la tira esperando a poder hacer. No sé, lo que sea que te guste y te emociones sólo al pensarlo. ¡Ponlo en tu agenda y hazlo ??!
Este artículo es totalmente intencionado, se acaba el verano, seguramente estás acabando o hayas acabado ya tus vacaciones y quizá estés con el bajón que a esto acompaña.
Si es así y no conocías esta fórmula sobre la ilusión, te invito a reflexionar sobre todo esto y sobre lo que vas a hacer este nuevo curso para seguir exigiéndote.
Si te gusta la idea y te apetece darle una vuelta, tienes tres artículos más en el blog que te hablan de cómo puedes hacerlo:
Porqué nos cuesta tanto reincorporarnos al trabajo después de las vacaciones
Y si después de explorar y reflexionar sientes un deseo irrefrenable de ponerte exigencias para DISFRUTAR este nuevo curso aquí tienes mi propuesta ???.
Y ahora dime, ¿qué exigencias te vas a poner tú? Cuéntamelo en comentarios ??.
Un abrazo,
Pilar