No es nada diferente a lo que nos pasa cada lunes por la mañana ¿verdad?. Y es que a además de estar en trabajos que no nos gusten o en entornos de trabajo en los que no nos sentimos bien tenemos unas creencias limitantes bastante arraigadas con respecto al trabajo.
Si tiramos un poco de historia, la palabra «trabajo» deriva del latín tripalium, que era una herramienta parecida a un cepo con tres puntas o pies que se usaba inicialmente para sujetar caballos o bueyes y así poder herrarlos. También se usaba como instrumento de tortura para castigar esclavos o reos. De ahí que tripaliare significa ‘tortura’, ‘atormentar’, ‘causar dolor’.
Y todavía hoy muchas personas le dan al trabajo este significado, para muchos es una tortura.
Durante la mayor parte de la Historia de la Civilización el trabajo fue considerado como una actividad despreciable. En la Biblia, libro sagrado común al judaísmo, cristianismo y el islam, el trabajo aparece como algo costoso después de que Adán y Eva perdieran el paraíso.
Dios le dijo al hombre: «Por haber escuchado la voz de tu mujer y comido del árbol del que yo te había prohibido comer, maldito sea el suelo por tu causa: con fatiga sacarás de él el alimento todos los días de tu vida. Espinas y abrojos te producirá, y comerás la hierba del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas al suelo, pues de él fuiste tomado. Porque eres polvo y al polvo tornarás.» (Génesis, Cap. 3).
Mucha otra gente lo vive como un castigo divino y viven resignados a estar en trabajos y empresas que no les gustan pero donde se han acomodado y ven el cambio como algo peor que la resignación que ya han aceptado.
Los griegos de la Edad de Oro pensaban que sólo el ocio recreativo era digno del hombre libre y la esclavitud fue considerada por muchas civilizaciones como la forma natural y más adecuada de relación laboral.
Esto les sirve a muchos otros como escusa para odiar el trabajo, se ven como esclavos, o bien porque ven injusto que unos trabajen más que otros o bien porque unos se permiten no hacer nada en esta vida ya que viven a costa de otros que lo hacen todo.
Pero como dice Rafael Santandreu famoso y reconocido psicólogo cognitivo en el cap. 7 de su nuevo libro «Las gafas de la felicidad», ¿crees que si estuvieras en una habitación con todas las comodidades que necesitas a tu alcance, la temperatura perfecta, en un sillón megacómodo toda tu vida serías feliz?. ¡Para nada, qué aburrimiento!.
O como bien trabaja Albert Ellis con las creencias irracionales y en concreto la nº 7: “La idea de que es más fácil evitar que afrontar ciertas responsabilidades y dificultades en la vida” y la considera irracional ya que aunque mucha gente supone que una vida fácil, evasiva y sin responsabilidades es algo apetecible, la experiencia demuestra que la felicidad del ser humano es mayor cuando está comprometido en un objetivo difícil y a largo plazo.
Esto también se lo escuché a Fernándo Savater en el Congreso de Mentes Brillantes el año pasado cuando se debatía sobre la felicidad, él decía que la felicidad está asociada a la acción, a la actividad, es decir, a hacer cosas y es verdad, la felicidad no cae del cielo porque sí, la experimentamos cuando hacemos cosas, y estar parado sin hacer nada no nos traerá absolutamente nada bueno.
Si seguimos avanzando en la historia no es hasta mediados del Siglo XIX, que vinculado al desarrollo de la democracia y el sindicalismo, la esclavitud deja de ser la forma predominante del trabajo, para ser reemplazada por el trabajo asalariado. Con él emerge una valoración social positiva del trabajo, por primera vez en la historia de la Civilización ¡fijaros qué lastre traemos desde hace mucho tiempo!.
Por todo esto podemos entender que existan muchas creencias limitantes y negativas respecto al trabajo que debemos de empezar a cuestionarnos todos.
Según explica también la biblia, que contrarresta lo anteriormente citado y que es con la versión que yo me quedo, el trabajo es una de las características que distinguen al hombre del resto de las criaturas, cuya actividad, relacionada con el mantenimiento de la vida, no puede llamarse trabajo (en los términos anteriormente citados); solamente el hombre es capaz de trabajar, solamente él puede llevarlo a cabo, llenando a la vez con el trabajo su existencia sobre la tierra.
De este modo el trabajo lleva en sí un signo particular del hombre y de la humanidad, el signo de la persona activa en medio de una comunidad de personas; este signo determina su característica interior y constituye en cierto sentido su misma naturaleza»
Desde el origen mismo de la humanidad el trabajo se ha conformado como una actividad social y que yo sepa salvo alguna rara especie somos seres relacionales y sociales.
El trabajo es una de las categorías centrales de la sociología y según esta puede definirse como la ejecución de tareas que implican un esfuerzo físico o mental, que tiene como objetivo la producción de bienes y servicios para atender las necesidades humanas. El trabajo es por tanto la actividad a través de la cual el hombre obtiene sus medios de subsistencia por lo que tiene que trabajar para vivir.
Yo me quedo con estas dos últimas concepciones, sobre todo el pensar que mi trabajo atiende necesidades humanas, las mías, las de los míos y las de otras personas, esto me cambia el chip por completo porque el verdadero sentido de la vida es este ¿no crees?, estamos aquí para ayudarnos los unos a los otros, si los padres no trabajaran para la subsistencia de sus hijos se acabaría todo ¿no te parece?.
Así que me quedo con esto, atiendo necesidades humanas y volver al trabajo concebido de esta manera no me ocasiona la gran estigmatizada depresión postvacacional de la que cada vez más personas se ven afectadas.
Y tú, ¿con qué te quedas?
Un abrazo,
Pilar